24 octubre 2006

La UMI intima al gobierno porteño

U.M.I. -- Unión de Musicos Independientes
www.umiargentina.com
011-4952-3654

Esta carta documento fue redactada por la U.M.I y enviada por Correo Argentino el martes 03/10/2006, y es el inicio de las acciones legales dirigidas al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Gob.Bs.As.) y su nefasta actitud hacia los lugares donde se desarrolla música en vivo


"Ciudad autónoma de Buenos Aires, 03 de octubre de 2006
Sr. Jefe de Gobierno Jorge Telerman:

Me dirijo a Ud. en mi carácter de Presidente de la Unión de Músicos Independientes Asociación Civil que agrupa a más de 1500 solistas y conjuntos musicales, en virtud de la grave situación que padecemos, como músicos, ante la falta de espacios públicos y privados suficientes que se encuentren habilitados para realizar espectáculos de música en vivo y la actitud irrazonable de los organismos de control de no otorgar habilitaciones a aquellos espacios que reunen las condiciones requeridas, todo ello en perjuicio del libre ejercicio del derecho a trabajar que poseemos y que se encuentra amparado por el art. 14 de nuestra Constitución Nacional y por los tratados internacionales suscriptos por nuestro país (Declaración Universal de Derechos Humanos, Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, entre otros).
Atento la urgencia de lo expresado y el carácter alimentario de los ingresos surgidos del libre ejercicio del arte de la música en vivo, vengo por la presente a intimarlo para que en el plazo de diez días hábiles instrumente y ponga en funcionamiento las medidas necesarias a fin de garantizar el ejercicio del derecho constitucional indicado, haciendo reserva de iniciar las acciones judiciales pertinentes, incluyendo también las penales.

Sin otro particular, saludo a Ud atte.
Diego Boris Macciocco
Presidente de la U.M.I. (UNION DE MÚSICOS INDEPENDIENTES ASOCIACION CIVIL)
Personería Jurídica Nº 1.708.448/2002
Alsina Nº 2260 7º “B”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel: 011 - 4952 - 3654.

La UMI convoca a todos los afectados por este tema ( músicos, actores, productores, dueños de teatros y pubs, etc.) al Encuentro a desarrollarse el MARTES 31 DE OCTUBRE en la puerta de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Av. de Mayo 525 entre las 18 y las 21hs. donde además, habrá una mesa de U.M.I. recibiendo las denuncias no formales.

20 octubre 2006

Espectáculo solidario en el Galpón 11

Los chicos del grupo de trabajo comunitario Giros invitaron al coela a participar de esta actividad



Domingo 12 de noviembre, desde las 17.30
Galpón 11 (Sargento Cabral y el río)
El Regreso del Coelacanto
No es mi estilo
Telas, teatro, trapecio

Lo recaudado será derivado al desarrollo del Centro cultural comunitario Giros (grupo independiente rosarino organizado solidariamente)
Entradas anticipadas a $5 en Music Shop (sarmiento 780)



El domingo 12 de noviembre, desde las 17.30, se reúnen las bandas El Regreso del Coelacanto y No es mi estilo, en el espectáculo solidario organizado por Giros (Grupo Independiente Rosarino Organizado Solidariamente), en el Galpón 11, de Sargento Cabral y el río. La propuesta incluye también una performance de acrobacia e intervenciones teatrales, a beneficio de la agrupación antes mencionada. Lo recaudado será derivado al desarrollo del Centro cultural comunitario Giros en el barrio Nuevo Alberdi.
Desde hace dos años, y en el mencionado barrio (Distrito norte), el grupo integrado por estudiantes universitarios de distintas carreras, realiza su labor comunitaria con los chicos de la zona, por medio de una experiencia de educación no formal con distintos talleres culturales como periodismo y teatro con más de 50 chicos cada sábado. Allí también se desarrollan actividades como la de una escuelita de fútbol, taller de música y un taller de tejido al que concurren las familias del barrio.
La idea de este proyecto, que ya está en marcha, es consolidar al Centro como un espacio de convergencia de los vecinos del barrio donde a través de actividades culturales se generen vínculos basados en la solidaridad y la cooperación.
Giros entiende a la cultura como amalgama de los lazos sociales, y trabaja en ello, para que desde este espacio que se está construyendo surjan nuevas alternativas de organización, trabajo y proyectos colectivos.


Más información:
girosrosario@gmail.com
Antonio Salinas Presidente de Giros (0341) 156 – 531645
Ismael Torres coordinador del evento (0341) 155 – 482415
Juan Monteverde Dpto. Comunicación (0341) 156 – 5351218
Gracias por difundir este evento y por ayudarnos a concretar este proyecto!!
prensa: Luciana Sosa
(0341) 155 31 80 53
luchysosa@yahoo.com.ar

09 octubre 2006

El funeral de la flauta del Teto (crónica de la mezcla de "Bailen Giles")

escrita en primera persona por el Polaco

Nota de advertencia: esta crónica es bastante larga y puede ser tediosa. Se puede leer por partes o directamente omitirla. También puede resultar incomprensible. Es que, después de todo, se trata de una historia.














El Teto duerme tirado sobre el largo sillón en el que se alterna con Lisandro para dormir. Sergio, el asistente del estudio Panda que trabaja con nosotros en la mezcla de las doce canciones de “Bailen Giles”, anota todos los seteos que va haciendo Claudito en cada tema. Hoy es jueves y Pablito no vino, lo que implica que varias decisiones de lo que queda o no en las versiones finales para mezclar pasan por nosotros y Claudio.
A medida que pasan las horas de laburo (en total, ya van casi treinta) Claudio se apropiando cada vez más del disco, más seguro de lo que hace. Y de alguna manera nos había anticipado eso el martes, mientras almorzábamos en la esquina del estudio de la avenida Segurola al 1200, en un pequeño y tranquilo barrio porteño que se llama Floresta y que hasta entonces no conocíamos más que por el nombre. “El momento de la mezcla es mi momento”, había dicho sin alardear de nada, mientras nos sugería los familiares de milanesa que “salen como patada”.
En realidad la idea no era en ese momento comer, aunque tampoco nos sentíamos capaces de plantear otra idea. Había que hacer algo en los 40 minutos que demorarían bajar al rígido las versiones de los temas que Pablito había ajustado en su casa, como corolario a un laburo de dos años largos que había empezado una noche en el Sótano, en Rosario, en un show que el coela compartía con Arbol. Esa noche estábamos más preocupados por la despedida de Gustavo, que luego de 12 años en la banda se iba a cambiar su vida a España. Entonces ni podíamos imaginarnos de qué se trataría esta historia en la que este pibe, Pablito, uno de los cantantes de una banda que estaba buenísima y que eran de un lugar llamado Haedo nos produjera el disco. Y quién sabe qué se imaginaba Pablito cuando nos hizo esa propuesta que nosotros aceptamos instantáneamente.
La mezcla del disco era el corolario de los últimos dos años, más o menos, en los que habíamos experimentado por primera vez que alguien “de afuera” de la banda metiera mano en todo lo que hacíamos, incluso en nuestro otrora sagrado terreno de la composición. Dos años de discusiones con finales que se resolvían de un plumazo en torno a “lo que dijo Pablito”, más allá de que no siempre podíamos ponernos de acuerdo en torno a qué había dicho Pablito. Dos años que tuvieron sus momentos cumbres: el ensayo definitivo, en el segundo semestre de 2005, en una sala que José nos había conseguido en Buenos Aires, donde él se había ido a vivir un par de años antes y formado Cautiva con sus hermanos; los tres días que vivimos en diciembre de ese mismo año cuando fuimos a grabar las bases de los temas al estudio Del Abasto al Pasto donde, como si no bastara con los equipos que había, tuvimos la posibilidad de convivir en una quinta con pileta y asador durante tres días. Grabar y disfrutar, como si fuésemos músicos de verdad…

“Lo que dijo Pablito…”

Y la mezcla que empezamos hace dos días es otro momento cumbre. Llegamos el martes, tan cansados como excitados, y después de comer arrancamos. Pablito quiso empezar con Bailen Giles y le indicaba a Claudio lo que quería. La misión del coela en esta instancia estaba conformada por Lisandro, el Teto y yo, que obviamente no entendíamos un joraca. Mientras la gente de Las Pelotas se acomodaba en el estudio de arriba para empezar a grabar un nuevo disco, no podíamos entender cómo podría ser más grande ese estudio que este de abajo, adonde fuimos a parar nosotros. Mirábamos las máquinas y parecíamos cholulos que se habían ganado un pase de 10 minutos al camarín de los rolling, faltaba que le pidiéramos autógrafos al compresor por el que alguna vez había pasado la voz de Luca.
Pero pronto la realidad nos sacó de ese plan de admiración y nos dejó mirando la tele mientras Claudio y Sergio trataban de solucionar el primer problema del momento cumbre: la compu no quería arrancar, se mancaba, había que cambiar el sistema operativo, y las onerosas horas que estábamos pagando por nuestra incursión técnica en las ligas mayores del rock argentino nos estaban empezando a resultar demasiado caras para gastarlas mirando partidos de la Champions League por TyC Sports. Quedaba por lo menos, la posibilidad de hablar un rato al pedo con José, que se había venido en tren desde el Abasto para formar parte de la mezcla del coela en calidad de viejo amigo.
“Son cosas que pasan siempre el primer día”, nos avisaban Pablito, Sergio y Claudio sin perder la tranquilidad, al menos delante nuestro. Y cuando ya parecía que José se iba a tener que ir a laburar sin poder escuchar siquiera un tema, “Bailen Giles” sonó por primera vez casi completo.
Estaba claro que el laburo iba a ser muy duro y que iba a valer la pena, sobre todo mientras avanzaba la mezcla de “Nena”. “¿Este tema no tiene pandereta?”, preguntó Pablito y lo que para nosotros sonaba a un reclamo imposible de satisfacer fue resuelto por él mismo en dos minutos. Justo había llegado al estudio Martín, el batero de Arbol, para saludar y entonces Pablo mangueó una vieja pandereta arriba. Sergio conectó un mic y nuestro disco ya tenía otro músico invitado. Saludos y hasta mañana, eran casi las once de la noche y habíamos salido de Rosario a las 5 de la mañana.
Tan dormidos como excitados, todavía, agarramos el auto y fuimos a terminar la charla con José en Campamento Huno, el bar que puso su cuñado Toto a la vuelta del menemistamente reciclado mercado de Abasto. Mientras le entrábamos a empanadas y guiso de lentejas José nos contaba cómo había sido tocar en uno de los escenarios chicos del Pepsi Music y charlábamos como si lo natural de nuestras vidas fuera ser parte del rock argentino como aquellos músicos a los que habíamos admirado mientras crecíamos tan inocentes que no podíamos advertirlo.
El miércoles arrancamos a las dos de la tarde y Pablito propuso “Casita”, uno de los temas que más nos costó primero entender y luego hacer sonar, y, para mi gusto, de los mejores del disco. Una vez que Claudio tuvo todo listo, a Pablo le preocupó que en el último estribillo no pasaba “nada nuevo”, y empezó a buscar ideas dentro de los más de treinta laburos que hizo como productor. Le metió mano a los coros, sin miedo al más burdo cut and paiste, poniendo y sacando cosas bajo la premisa de que Casita tenía que ser aún más deforme que como la había concebido Huevo.
Ese día iba a ser largo porque el turno terminaba a las 2 de la mañana y yo no podía dejar de pensar en qué estado íbamos a viajar el Teto y yo para estar en Rosario el viernes a la mañana. Es que una de las claves de este momento cumbre, de esta semana mágica, era que el viernes teníamos un show bien garpado en el Encuentro de Jóvenes que se hacía en la ex Rural. Pero todavía quedaban por lo menos dos temas para mezclar antes de ir a dormir pocas horas y volver al estudio el jueves a las 10 de la mañana.
Para hacer “Chicos” bajamos la versión que había dejado armada Pablito. La bata sonó rápido –no antes de una hora—porque tenía varios puntos en común con la de “Casita”, o al menos eso creí cuando le dije a Claudio que encarara ese tema. Entonces empezó a laburar sobre las guitarras acústicas que yo había grabado en Rosario. Lisandro me preguntó si lo había grabado con mi viola o con la de Franco Mascotti, que había sido el operador de aquellas sesiones de mayo y junio, cuando alternábamos entre Blue Room y el estudio de Palmito Addario en Funes para grabar los overdubs de acordeones, violines, voces e invitados. “Sí, grabé con la guitarra de Franco”, le contesté, y el dato no quería decir nada para Claudio, que le seguía metiendo mano a los compresores. Estaba claro que, de alguna manera, nuestro laburo en el disco había terminado y ahora, en la mezcla, todo estaba otra vez en manos de otro. Por suerte.

El disco de Claudio

De la misma manera en la que ahora se está dando vuelta para preguntarme qué hacer con la flauta del Teto en “Nolvides”, ayer Claudio se dio vuelta y me propuso, con su solvente amabilidad, la posibilidad de extirpar la mandolina de la introducción de “Chicos”. Pablito se había tenido que ir antes de la sesión y sus indicaciones habían quedado plasmadas en la edición que había hecho del tema en su computadora. De nuestras grabaciones originales ya había limpiado una voz mía doblada en la parte del medio, algunas notas de la flauta del Teto, un trino de la mandolina en la parte del medio donde, en cambio, insertó unas frasesitas del acordeón que en realidad pertenecían al estribillo. Pero la mandolina de la intro estaba, aunque era cierto que molestaba un poquito. Sin embargo, antes de aplicar delete probamos de bajarla un poco y no estaba mal, porque tiraba algunos armónicos que le venían bien como colchón a la guitarra acústica y por ahí había alguna que otra notita aguda que milagrosamente encontraba un lugar feliz.
De pronto empezábamos a ver que Claudio subía y bajaba planos como si la canción fuese de él. Lisandro y el Teto alternaban –como ahora-- siestitas en el sillón y a mí no me quedaba otra cosa que hacer que sacarle estúpidas fotos. Faltaba que embadurnáramos con dentífrico al primer boludo que se durmiera, como si estuviéramos en el bondi a Bariloche. Estaba claro que los roles estaban perfectamente en su lugar: la mezcla era “el momento” de Claudio, como nos había adelantado antes de empezar, y así podíamos percibir con satisfacción que el disco también era suyo. Y nosotros no teníamos que hacer otra cosa que dedicarnos a cebar mates.
A eso de las 11 de la noche, Claudio dijo que fuéramos a comer, aunque él estaba más bien para dormir. Ya nos había dicho, cautelosamente, que cuatro días para mezclar doce temas era muy poco tiempo. Y hasta que no llegamos al estudio eso era algo que no nos quedaba muy claro, no por ansiedad sino por no tener la guita suficiente para pagar las horas necesarias. Claro que a esa altura ya habíamos reservado un día más en el estudio para ir a remezclar lo que hiciera falta. Pero ese día más también podría resultar escaso, así que, otra vez sentado en “nuestra” mesa redonda del bar de la esquina uno de los temas de conversación fue cómo hacíamos para descontar el tema que no habíamos alcanzado a mezclar el día anterior.
El reloj se acercaba peligrosamente hacia la medianoche mientras esperábamos lo más importante de la jornada. Rápidamente el tema de conversación viró hacia lo buenas estaban las milanesas con puré, aunque no pude dejar de anotarme para el día siguiente una ensalada parecida a la que se había pedido Sergio, para quien ese bar debe ser uno de los lugares donde más veces debe haber morfado desde que su trabajo en Panda le implica más horas en Floresta que en Quilmes. Con la panza llena salimos del bar y recorrimos los 15 metros que separan el estudio de la esquina. En ese breve trayecto Claudio confiesa que se estaba durmiendo mientras yo decía una boludez atrás de otra en nuestra mesa redonda.
Antes de ir a comer Claudio había preparado todo para empezar a mezclar “Tres tiros”. Totalmente renovado, no por haber morfado sino por haber parado de laburar una horita, empezó la mezcla del ska mientras Sergio nos mostraba en cinco minutos el estudio de arriba. Si alguien cree que es posible tocar el cielo con las manos, esa visita nos demostró que cuando uno llega al cielo en realidad no queda mucho que tocar. Rápido bajamos al estudio donde ya sonaba “Tres tiros”. Era buenísimo y, sobre todo, era de verdad.


Mi mejor perfil

El jueves bien temprano pasé a buscar a José por su casa, ahí cerca del Abasto, “donde empieza Almagro”, me explicó. Después de varias vueltas (en Buenos Aires no se observa la norma de que si una calle va para un lado, por la siguiente se circula en sentido contrario) pasamos a buscar al Teto y Lisandro por la casa de la hermana del Teto, en la calle Borges. Buscando Juan B. Justo para ir hacia el noroeste, coincidíamos en que falta poco para que Buenos Aires se convierta en un solo barrio llamado Palermo. Parece que las inmobiliarias porteñas no tienen otra forma de vender casas que inventándole sufijos a Palermo, que no deja avanzar sobre el resto de la ciudad. Sin embargo, Buenos Aires es mucho más que eso, aunque nosotros tratamos de abreviarla en un par de avenidas que hacen más comprensibles las guías de calles. Un cachito más tarde de las 10 de la mañana estábamos de vuelta en el estudio que habíamos dejado ocho horas antes. Con José nos cruzamos a comprar facturas para acompañar unos cortados mientras Claudio empezaba a armar “El lado claro”, uno de los temas que más chirimbolos tenía.
La gestación de “El lado claro” tiene una historia particular. Resulta que a medida que Pablito transformaba y/o descartaba los temas que iban saliendo, Huevo y yo estábamos cada vez más desorientados a la hora de componer. “Ya no sé qué hacer, siento que todo lo que hago está mal”, me confesó, palabras más o menos, una vez Huevo, cuando el disco estaba tomando un rumbo que no terminábamos de entender. Ni siquiera recuerdo cuál fue mi respuesta ese día, pero de alguna manera yo también me sentía como él y, para peor, era una obviedad que el disco no tenía todavía todos los temas que se merecía. En eso Pablo estaba de acuerdo y cuando le propusimos hacer algo de reggae dijo: “Está bien, y vean si sale también algo medio folclórico”, le agregó, en una elíptica alusión a “Volviendo a casa solo”, nuestra pseudochacarera de “Esperando que caiga la pelota”.
Un día, más hermético que de costumbre, cayó Huevo con “El lado claro”, lo que en principio era un engendro entre un bolero y un reggae que contenía en el medio una parte en Fa sostenido menor en la que Huevo quería un dub, aunque parece que no lo sabía. Nos hacía rapear una extraña estrofa a mí y al Teto y --típico de él-- no explicaba lo que quería sino que gruñía ante nuestra incapacidad de hacer lo que él había pensado. “No es así”, era toda la consigna. A esa altura del proceso del disco, a mí ya no me importaba mucho hacer algo mal o desistir, y en lugar de caer en la costumbre de enojarme ante el rechazo opté por relajarme cuando el rap --o lo que fuere-- quedó en manos del Teto.
Sin embargo, ahí no terminaba todo: el tema se fue puliendo en la sala y acordamos que el bombo marcara negras. Una vez sonando, el tema se fue puliendo en su estructura hasta que llegamos a aquel ensayo cumbre en Buenos Aires y se lo mostramos a Pablito. Recuerdo como un gol el momento en que, justo cuando nos estaba por decir que había una parte que sobraba, le ganamos de mano: “Esto sobra”, le dijimos, convencidos ante la duda. Y para él también fue un gol: “Qué bueno… ya van entendiendo”, dijo sonriendo, para pasar rápidamente al siguiente tema. Estaba claro que ese partido no se ganaría con un solo gol.
A pesar del acierto en la estructura, la canción siguió ofreciendo aristas para ser descubierta más profundamente y siguió redondeándose cuando tiramos las bases en el El Abasto al Pasto, en diciembre de 2005. Fue en la primera jornada, a la que Pablito asistió en dos tandas. Habíamos arrancado con Bailen Giles y después metimos “El Lado Claro”. Pero cuando volvió Pablito no le convenció y quiso volver a grabarla. La batería tenía tantos pases, breaks y fills que se trababa cada dos versos. “Gruviala, Vini, gruviala”, le decía al Largo, al que una vez los pibes de Arbol bautizaron como Vinie Colaiuta quién sabe por qué. Mariano lo miraba aterrorizado desde la batería y seguimos haciendo tomas hasta que finalmente entendió cuál era “el barrio” al que Pablo lo quería llevar. “No tenés que tocar el tema, lo tenés que bailar”, dijo en un momento, la canción apareció, y con ella una de las frases más célebres de toda esta historia: “Ya está, quedó buenísima. Ahora hagamos una más.
Con esas bases, la creación del tema estaba casi liquidada, pero no. Todavía podía seguir creciendo. Por ejemplo, el arreglo de voces para la coda fue resuelto mucho mejor, a partir de algunas indicaciones de Pablo y otros afortunados errores nuestros. Además Naki había conseguido para grabar un acordeón con unos graves que no podían ser. Sólo faltaba Dani, el elegido para que cantara (o rapeara) aquello que Huevo no había podido obtener del Teto y yo.
En rigor, la palabra dub en el tema la introdujo Dani. Todavía no sé si es exactamente eso lo que quería Huevo, pero quedó bien. Dani, el cerebro de Los Sucesores de la Bestia, es el accionista mayoritario de 20 segundos de “El lado claro”. Le dimos las pistas para que hiciera “la parte rapeada” que el transformó en dub, pero además lo adornó con coro de cuatro voces souleras, una línea de melódica y vocoder.
“Qué hacemos con todo esto” se habrá preguntado Claudio a la hora de mezclarlo, y acordamos sacarle las líneas de coros más graves, porque chocaban con una línea del acordeón que no convenía molestar. Pasaditas las dos de la tarde, “El lado claro” estaba casi listo y todos sentíamos que el almuerzo era lo mejor que podíamos hacer. Esta vez encaré una ensalada y, como no podía ser de otra manera, sonaba perfectamente.

Nos vamos

Hay que estar 15 años en una banda para entender que la semana del 26 al 29 de octubre de 2006 era clave. El desafío que se había planteado era ir a mezclar el disco, con todo lo que implica desde lo económico hasta el operativo que había que montar. Resulta que habíamos conseguido, para el 29, esa bendita fecha en el Encuentro de Jóvenes que implicaba la posibilidad de hacer un show con mucho público y un buen cachet. La idea original, de dejar al Teto mezclando y hacer el show sin él, duró apenas unos temas de un ensayo en el que faltó y terminamos de acordar que el Teto era imprescindible en el escenario. Lisandro propuso entonces quedarse él en Buenos Aires y que lo reemplazara Bruno en el show. Teníamos dos semanas para ensayar con Bruno, que ya lo había reemplazado a principios de año en un bar de Sastre. En los papeles, estaba todo cocinado para que pudiéramos hacer las dos cosas, sólo restaba concretar la historia. Había que adaptar la lista de temas a los que pudiera sacar Bruno (se aprendió por lo menos 15 temas), había que viajar el jueves a la noche para poder dormir algo antes de encarar el show. No era tan difícil, siempre y cuando no ocurriera nada en la autopista de regreso a Rosario.
Pero antes de eso, a mí y al Teto nos quedaban un par de horas en Panda. En nuestra mesa redonda del bar de la esquina pintó un desafío: Claudio se mostraba confiado en meterle pata al laburo y le dije que había un tema para que mezclara en una hora. “No tiene tacho, no tiene coros, es fácil”, le dije respecto de “Nolvides” y él, con su tranquilidad habitual, aceptó el desafío que, por supuesto, terminó ganando más allá de que la mezcla le llevó bastante más de una hora. “¿Qué te parece si en este tema le damos más predominio al violín, como para cambiar un poco el color de lo que venimos haciendo?”, me preguntó cuando ya tenía las bases ajustadas. “Me parece perfecto”, le dije, y seguí con mi tarea de sacar fotos a los que se dormían y charlar con José para ponernos al día.
Hubo una razón para que el Teto esté ahora durmiendo profundamente mientras Claudio mezcla “Nolvides”. Mientras, hablo con José acerca de la letra de la canción, que me parece tan linda como por momentos pedorra. Es que, en primer lugar, el tema baja mucha línea, es casi imperativo más allá de lo que simpático de la música. Hay frases que tienen que ver más con mi estilo chabacano a la hora de escribir, como “te olvidaste de sacar la basura antes de las ocho” pero también otras que orillan esa cuestión de moralina ni siquiera poética en la que aborrezco caer a veces. “Pero queda bien con la melodía”, le digo a José, que me da la razón porque me conoce, me quiere y también porque está fascinado con lo que está sonando.
El Teto duerme profundamente cuando Claudio se da vuelta en su silla giratoria y dice, después de escuchar cómo queda la flauta en el estribillo: “Esto lo sacamos”. Momento clave de una semana cumbre: “Teto, vamos a sacar tu flauta”, le digo tratando de despertarlo pero tratando cuidadosamente de que no se despierte. Y así como 15 días antes habíamos celebrado en vivo “el funeral del violín de Maxi” en el recital de la Plaza Cívica de Rosario, cuando un ruido infernal de cables nos obligó a prescindir de ese instrumento en dos temas hasta que se arregló –no del todo— esa situación, es ahora el momento de presencia el funeral de la flauta del Teto en “Nolvides”.
Es difícil advertir cómo avanza furiosamente el tiempo mientras uno tiene la cabeza encerrada en un loop de poco más de dos minutos. Y no es ahora momento de pensar cuánto trabajamos el arreglo de flauta del Teto, con un ataque tipo Pogues en el arranque del estribillo, y cuánto nos costó grabarla en Blue Room porque no quedaba. Y el pulgar para abajo que le dio Palmo cuando liquidamos la edición del disco en su estudio. Ahí estaba, como un simple archivito que desaparecería de esta historia presionando delete, más allá de que Claudio se apiada y dice, acerca de un trino que hace la flauta en el medio del riff: “Esto puede quedar”.
Cuando el Teto se despierta, Claudio está mezclando “Oficina divertida”, un ridículo tema punk. Dentro de un par de horas estaremos en la autopista rumbo a Rosario, con muchas cosas para contarle a los chicos mañana a la tarde, antes y después del show en el Encuentro de Jóvenes. El viaje será relativamente corto, rápido, excitado, con mucha charla y mate. El show en la Rural será muy divertido, pero cansador, después de varias horas bajo el sol. Vamos a estar casi on line con Lisandro para ver cómo andan las cosas en la mezcla y también vamos a disfrutar que Gustavo esté, aunque sea abajo del escenario, para escuchar a la que de alguna manera sigue siendo su banda. A partir del sábado cada uno tendrá una copia del disco para escuchar y ver qué retoques hay que hacerle. Y el Teto, tratando de disimular la desilusión, corroborará algo que estaba en sus cálculos, mientras suene el estribillo de “Nolvides”: “Che, la flauta al final no quedó, ¿no?”.


NOLVIDES

Te olvidaste de vos.
Te olvidaste de nosotros.
Te olvidaste sacar la basura
antes de las ocho.
Mil veces te olvidaste
de pasar a saludar.
Te olvidaste de anotar
y te olvidaste de todo lo que no anotaste.

Te olvidaste de dar,
te olvidaste de pedir,
te olvidaste de sentir el deseo de nunca olvidar.
Y ahora que viniste te olvidaste de decir
quién carajo sos:
te olvidaste de que nadie se acuerda de vos.

Y no llorés más
la memoria se debe elegir
y cuidarla después
sentirla
como sentís cuando al respirar
no dejás de soñar
con tratrar de vivir en un mundo mejor.

Te olvidaste del sol,
te olvidaste del ozono,
te olvidaste de secarte el culo después de lavarte.
Tu vida se paspó como te paspaste vos
y no te olvides de pensar
que si vos no pensás alguien lo hace por vos

Te olvidaste de querer,
Te olvidaste de creer.
Olvidaste querer creer que nadie te va a olvidar

Y no llorés más
la memoria se debe elegir
y cuidarla después
sentirla
como sentís que al respirar
no dejás de soñar
con tratar de vivir en un mundo mejor
Pensá, que si no pensás alguien lo hace por vos.
La memoria se debe
elegir como elegís cuando al respirar
no dejar de soñar con tratar de vivir en un mundo mejor.