26 mayo 2007

Es música

Crónica del Polaco sobre la presentación oficial de Bailen Giles
en Willie Dixon (Rosario) el sábado 19 de mayo de 2007

Hay algo que se expresa de una manera muy extraña. Es como si hablara para adentro, con mucha fuerza, pero muy silenciosamente. Las esperas suelen jugarnos malas pasadas cuando cambian su disfraz de eternas y se ponen el de cuentas regresivas. Y habíamos esperado mucho, si uno lo piensa bien, demasiado, para volver a encarar la idea de un show nuestro con bastante más relevancia que los que solemos hacer. O al menos eso pensábamos de este show, al que lo preparamos como especial.
La espera más dificultosa, entre tantas, puede haber sido la que vivimos hasta que pudimos subir al escenario. Y con un sprint final de dos meses encargándonos, a la par de nuestros laburos particulares, de cuestiones musicales tanto como extramusicales, que el vestuario nuevo, que el video del backstage, que las anticipadas, que la distribución de discos, las notas, qué quién hace las luces, si encargamos un telón, viajes, los ensayos, mudanzas y todo eso, la hora y media de demora en el camarín se hizo larguísima (aunque no tanta como los últimos diez minutos…).
Uno sube al fin y no sabe para dónde mirar primero. ¿Hay mucha gente? ¿Las luces todo bien? ¿Y el monitoreo? ¿Hay baile? ¿Bailamos? Así, perdido, hay otras cosas que empiezan a tomar el timón. Y es eso que se expresa de manera muy extraña, y tal vez paradójica.





¿Y arriba qué? Con la cabeza supuestamente puesta en lo que pasa debajo del escenario, tratando de comunicarse con aquellos con quienes hay algo para compartir, descubro que no hay otra cosa que me motive más que tratar de hacer música de la mejor manera posible: con solvencia y corazón. Quiero transmitir claramente una buena letra en toda su dimensión, tratar de que ese acorde salga lindo, a tempo y ojalá que se escuche. Y, por suerte, parece que toda la banda está en ese plan.
Digo alguna boludez antes de presentar Big Ben, veo por el rabillo del ojo el Dixon se está empezando a llenar y no puedo pensar más que en cantar bien esa vieja canción remodelada que en los ensayos me salía a veces sí y a veces no. Debe haber 10, 20 o tal vez hasta 50 personas que pueden reconocer el tema, hace años que no lo tocamos. Pero lo más especial del momento, de estos tres minutos, es lo que me pasa por adentro mientras me siento ausente. ¿Dónde carajo estaré?
A veces no es fácil conectar con la música cuando uno está en el escenario. Es como si tocar en vivo tuviera un plus que debe conectarse cono lo que pasa abajo. Es cierto que en los últimos años los recitales se llenaron de rituales e intercambios de roles entre los que estaban arriba del escenario y los que estaban abajo. Esto no es nuevo, Los Beatles decidieron no tocar más en vivo porque no se escuchaban entre los alaridos de sus fans, tampoco pasa en todo tipo de música, pero lo cierto es que a veces pareciera que no alcanza con la música para dar un buen show de rock. ¿No será esta la paradoja?

La lista. Por ahí estábamos medio fríos y agotados cuando arrancamos con Marcha, pero de alguna manera nos despertó. Después hicimos Bailen Giles, debe haber salido potente, pero tal vez no tan sutil, un poco automática, y con algunos problemas para afinar las voces. Vas a caer es todo lo que es, ni más ni menos, y si Nena salió bien a algunos le habrá parecido que se habían tomado un Tranquinal.
En Big Ben la cosa empezó a cambiar. Ya estábamos más sueltos y con ganas de disfrutar lo que se venía. Música que pueda ser reciclada abajo como una excusa para armar un bailongo.
O no: música para escuchar, ¿por qué no?

Bienvenidos. La lista de temas me va llevando por el planeta que el Coela propone con su música. Ese espacio que nunca podemos definir con palabras y que siempre nos causó cierta confusión, desde el principio, incluso entre nosotros. Pero la música sola nos va llevando por caminos donde el reggae y el ska se van para el norte, miran de reojo al tex mex, pegan una vuelta por Europa y se traen algo punk medio celtoso, con falsas polcas, con temas de brass balcanics bands sin vientos, a veces latinoso, o con una oreja en Asia. Un planeta en el que cualquier cosa pueda pasar, nuestra forma de ver y sentir la música. No inventamos nada nuevo, pero a veces no queda claro de qué se trata esto. Y decir que es simplemente música, o decir simplemente que es música, pareciera quedarse corto.
Pero es música, como dice Naki antes de subir al escenario. ¿Y qué más queremos?

Otros planetas. Mientras tanto, abajo hay un montón de pibes y pibas de todas las edades bailando gran parte del show. Los más pendejos buscando cualquier excusa para hacer un pogo que, observo incrédulo, se transformó en un trencito (por dios). Los más veteranos mueven la patita. E incluso hay varios que devuelven con cuasianacrónicos pasos de baile la oscuridad que pretendemos pintar en El Lado Oscuro. Así se expresan.
Tal vez sean un montón de planetas propios que no necesitan de cuestiones ajenas a la música para ser felices un par de horas. O que por lo menos entienden todo lo que la música es capaz de dar cuando es tratada con cariño y respeto.
Después del show, y de pasar ese video con nuestras imágenes de backstage “desde los camarines de Dixie Wilson”, me va a quedar la duda de si le hicimos honor a nuestro pacto con nuestra música. Dudas que, con suerte, se irán despejando durante el camino.
Chas gracias a los que quieran compartir ese camino.

Y gracias a todos los que laburaron con nosotros para este show, desde el vestuario hasta la difusión, y nos ayudaron a enfocar en lo que más nos gusta hacer.

Nos vemos la próxima.