24 julio 2006

Otro día del amigo

(20 de julio de 2006 - Parque de la Agricultura - Esperanza)

El día empezó temprano, a eso de las 9. La fecha era en un parque de la ciudad de Esperanza, a unos 180 kilómetros de Rosario. Sabíamos que... en realidad no sabíamos nada, ni siquiera por qué nos habían contratado. Pero allá fuimos, confiando en la gente con la que apenas habíamos hablado por teléfono.
A las 9.30 empezamos a cargar todo el bartulaje en un minibus. Diego no venía, no lo pudimos localizar, entonces decidimos ir sin operador. "Allá tiene que haber alguien que nos mezcle", coincidimos cuando ya llevábamos una hora de atraso, pero no estábamos muy convencidos. En el viaje empezaron a circular temas de charla, mientras algunos se iban quedando durmiendo y Miguel avanzaba con el minibús por la autopista Rosario-Santa Fe. Hablamos un poco de cine, de música, hasta que alguien se acordó de que teníamos que hablar sobre el arte de tapa del disco. Sacamos un par de conclusiones, nada definitivo, hasta que llamó Dieguito. "Me quedé dormido, ¿quieren que me tome un colectivo", me dijo por el celular. Pero no había colectivos a Esperanza ese día.
Llegamos a Esperanza y, como nos habíamos dicho sin lograr convencernos, con el sonido estaba todo bien. Allá nos esperaba Gonzalo, un pibe que tiene una banda y trabaja en el área de juventud de la Muni de Esperanza. También estaba todo bien. A probar sonido pues.
El Largo armaba la bata y algunos paséabamos por el Parque de la Agricultura. Eran casi las 2 de la tarde y había birra y fernet por todos lados. Buena onda.
Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos arriba probando, mientras algunos se empezaban a acercar a partir del incipiente batuque. Pablo, el sonidista, nos dijo desde la consola que estaba todo bien. Todo seguía bien, y cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos de vuelta, con camisa, corbata y lentes, para empezar el show.
Arrancamos con "Padre de todos los sánguches", luego de una aclaración que parecía conveniente sobre la temática choripanera de la canción. Vino bien, porque el coro inicial pareció una plegaria hambrienta que al parecer todo el mundo captó. Y seguimos con "Cansado". Entonces Huevo convocó a bailar una polka e hicimos "Pinocho y Chapete". Abajo del escenario, sobre la cancha de básquet del parque, algunos bailaban algo que parecía una polka. Otros seguían sentados pero atentos. Cuando los temas terminaban, aplaudían y todo. Lo que al principio nos parecían pequeñas sorpresas se fueron trastocando en confirmaciones: la banda sonó bien, todo estaba bien organizado, hasta el día del amigo parecía tener un significado especial.
Cuando uno tiene una banda de rock durante tantos años sin lograr condiciones de producción que permitan vivir de la música en el aspecto material, o sea, trabajar de músicos, algunas cuestiones extramusicales como la amistad van tomando otra relevancia que nadie puede vivir en otros aspectos de su vida. Uno está en el escenario rodeado de músicos que a esta altura del partido son amigos. Amigos que comparten sueños, proyectos, pero también frustraciones. Pero hay días en los que sale todo bien, como esta vez, y no queda otra alternativa que disfrutar.
El vértigo del éxito y toda la merda extramusical que rodea la vida de los músicos de rock son un árbol que suele tapar el bosque de la historia. La historia de cada uno, la historia individual y la colectiva que compartimos en la banda. La historia que escribimos todos los días y que sólo podemos recordar quienes la vamos viviendo. Una historia sin héroes, pero con muchas batallas ganadas y perdidas. Una historia chiquita, pero que se va haciendo grande mientras pasan los años. Una historia que no puede contemplarse on line, pero que va tomando forma a medida que se afianza en la memoria de cada uno y vuelve a actualizarse en forma de anécdotas.
Muchas anécdotas quedarán de este día de la amistad que nosotros compartimos como músicos en una ciudad cerca y a la vez lejos de la nuestra, en un parque en el que diez minutos después de que termináramos el show haciendo un bis con un tema de Sumo (pegamos, muy en onda zapada "Kaya" con una partecita "Waiting in vain" de Marley, y fue cualquiera) se estaba armando un tole tole con amigos que no tenían más en común que sus ganas de pegarse.
Así, mientras agradecíamos la atención recibida de la gente de Esperanza, fuimos guardando las cosas mientras la fiesta se convertía en... historia. En una pequeña parte de nuestra historia. En una pequeña parte fundamental de nuestra historia que seguramente debería ser ignorada por nuestros biógrafos, si algún día a alguien se le ocurre que esta historia merece ser contada porque algo tan lábil como el éxito pudiera ameritarlo.

12 julio 2006

Desde el escenario (7 de julio de 2006, Willie Dixon, Rosario)

Veinte tipos saltando arriba de un escenario que ya tiene chapa. Guitarras que pasan de mano en mano, micrófonos que reciben saliva de todo tipo, baile, mucho baile, y una alegría difícil de explicar. Por los parlantes saturados de tanta biaba suena “El Indulto”, un clásico de Los Vándalos que merece ser apropiado por cualquier músico rosarino que se le anime, un himno a la simpleza de las cosas buenas. Parece que no se nota que ninguno de los músicos pega los acordes como son, y es raro, pero no importa. Siga el baile.
A esa altura ya eran más de las cuatro de la mañana y los viejos todavía no estábamos cansados. Había empezado casi a las 2 con un show más que interesante de Degrade: viene bien este nuevo DGD, muy buenas canciones nuevas, muy a tono con las nuevas reversiones de las viejas, tranquilo y potente a la vez. Se están haciendo el honor a ellos mismos.
Después subió el coela y se sabía que sería un show impredecible. El set tiene que empezar con Cansado, un tema nuevo con destino de inédito, y a Huevo se le cae la guitarra antes de empezar. Siempre falta un mango para el peso…
Sale todo bien y van llegando los invitados. La idea es escucharnos en las voces de otros y, de alguna manera, hablar por boca de otros. La primera sorpresa es que también terminamos mirándonos en las caras de otros: Nahuel Antuña, bajista de Vudú, se trae una peluca alucinante para ser del coela, aunque esta noche elegimos disfrazarnos formalmente con camisas, corbatas y anteojos. Lisandro parece Rosales, un personaje de Mesa de Noticias que el jamás vio. Yo me veo como un mafioso ruso que parece no tener demasiado poder y el Teto es el Mini Me de la película de Austin Powers.
Sube al escenario Jula para hacer un clásico de The Cure: A Forest, típico berretín de roquero. Los pibes abajo del escenario no entienden mucho qué sucede, los más grandes parecen estar copados. Nosotros volamos por ese bosque, y Carlo Seminara ya está en el escenario improvisando con la percusión.
Entonces viene Te Conozco en la voz de otra persona. Ike Parodi, el excelente cantante de Vudú, se apropia de la canción y hace suya la letra de una manera que no había aparecido en los ensayos. Es increíble, es otra lectura de la letra, que se va para otro lado en los agudos de Ike, la canción viaja y somos felices, porque las canciones tienen que ser cantadas por mucha gente distinta. Te Conozco se lo merece especialmente. Mientras tanto, Nahuel Antuña empuja desde el bajo un arreglo del tema que hizo él hace tres años en otro show nuestro.
Dani Pérez y Augusto Fassini suben para el Utilero. Dani es el cantante de Los Sucesores de la Bestia, pero además es un músico que se va tornando cada vez más importante en la escena de Rosario. También toca con Los Vándalos cuando se les manca algún músico. Y Fasito, antes de ser el saxofonista de Los Vándalos, tocó con el coela, che. Y hacía mucho que queríamos volver a tocar juntos. Le pasé el Utilero en el camarín durante la prueba de sonido y al principio no lo entendió. Caí en la cuenta de que, como tema sencillo, el Utilero tiene cierta complejidad melódica. ¿Será por eso que gusta a los demás? Desde esta noche me empezó a gustar a mí, y Dani lo cantó como nunca.
Entonces viene un set bailable que arranca con Bailen Giles. Perdón, gente, nos corrimos con la guitarra de Huevo, fue la entrada más desafinada de nuestra carrera, una verdadera vergüenza, una pesadilla difícil de sobrellevar entre tanto clima festivo. En fin, a bailar.
Hasta que llega Pablito Pino para hacer Padre de Todos los Sánguches. No sé qué pensará él, para mí la canción le queda muy bien. Es muy lindo compartir un escenario con este tipo. A su lado está Javi Vega, bajista de Fluido, más que feliz. Tal vez muchos no lo sepan, pero no es poca cosa para nosotros tocar juntos. Con Javi y los chicos de Fluido nos hicimos amigos a partir de 2003 cuando viajamos juntos a La Falda y ganamos juntos el derecho a participar después en un festival que nunca se hizo. Antes de subir recordamos viejos tiempos, en los que nosotros éramos un cacho más viejos que él. “Vos tenías los pelos así”, me decía en el camarín dibujando una melena en el aire.
Antes de arrancar el último tema, más sorpresas. Me topo con dos gordos en calzoncillos con guitarras en mano: los guitarristas de Murió de Asco. Con Luis Beretta habíamos ensayado y Waldo había advertido que iba a subir. Pero no sabíamos que de esa manera. Ya está el show completo, arrancamos Crua Chan con la presencia de Diego Romero. Casi nadie entiende a quién estamos presentando hasta que sube Popono y, por supuesto, todo tiene que estallar cuando él llega a un escenario. Sin embargo, palabra de músico, no es el público el que estalla con Popono sino más bien los que estamos arriba. Le hice una absurda traducción de Crua Chan al castellano y vamos padelante. No la ensayamos y no podría haber salido mejor.
Cerremos todos con "El Indulto", le venía diciendo los días previos a Pato de Degrade. En algún momento se convenció. "Armenlo en los camarines mientras nosotros tocamos", le dije. Parece que no armaron nada. Quince tipos que no sabían lo que iban a tocar esperando a Popono, que estaba ajeno al plan. El tema arrancó hasta que llegó él y organizó los solos de cada músico. "Ya había guardado el saxo y cuando escuché el tema lo armé de nuevo y subí", me contaba Fasito después. Para todo el mundo fue fiesta. Para mí también, aunque por momentos me parecía un cachito desprolijo...(era un quilombo).
Hacía mucho que no teníamos tantos invitados en un show del coela. Gente de muchas bandas, con distintas historias y trayectos, pero con muchas cosas en común. Otras voces que nos regalaron un poco de nosotros mismos. Gracias, entonces, por el regalo, muchachos.
El Polaco