10 septiembre 2006

Crónica de un show: Plaza Cívica - 9 / 09 / 2006




(Crónica de El Polaco)


Luego de una prueba de sonido que se tornó un tanto dolorosa por padecimientos vinculados con el cablerío y un rebote que mandaba como una bola de vuelta al escenario la música que intentábamos mandar hacia la sala vacía. Trabajamos bien y tranquilos pero se nos hizo un poco tarde: 20.45. Pensando en que el show iba a poder empezar 21.30 o 22, un par se fueron a cambiar a sus casas cercanas. En ese momento, los muchachos que trabajan en la Plaza Cívica nos dijeron que teníamos que arrancar a las 21.15. Y ya venía entrando inesperadamente gente a la que dejaríamos 45 minutos mirando un escenario vacío desde la platea.
Huevo no llegaba y Lisandro no encontraba el afinador. Eran las 21.20 más o menos, y cuando Lisandro le pidió el afinador Huevo le respondió que no había traído el prolongador. “Huevo no trajo el afinador”, me dice Lisandro, yo respondo: “¿Se lo llevó a la casa? ¿Y ahora?” Pocos minutos más tarde, ya habíamos empezado a afinar y el público, que mucho más inesperadamente que antes seguía entrando en masa y con una amplitud etárea que hacía muchos años que no teníamos enfrente, empezó a hacer palmas.
Subo con mis lentes negros con los que pretendo invadir el escenario cual mafioso de la Rusia post-soviética en el bolsillo. Los chicos se disponen a tocar, bajo del escenario y me los pongo. Saludo y arranca el tema. Y ahí empezó: un infernal ruido de cables cruzados, rotos y engualichados se arremetía en mi vida rugiente desde el monitor. Sólo pude pensar en que eran bombas que sonaban como un instrumento más en la historia que estábamos contando, la de “El Niño Bomba”, con guitarra acústica, acordeón, violín, el tin whistle del Teto en otra tonalidad y un infernal ruido de cables que, ojalá los espectadores hubieran sentido lo mismo, podían sonar, con más buena voluntad que imaginación a ¿bombas tal vez?
Cuando se viene Padre de Todos los Sánguches, el tercer tema, ya no hay razón para seguir adornando el audio del show con “bombas” así que tenemos que celebrar el funeral del violín. Y mientras todos cantan “Padre” arriba y abajo del escenario, yo no puedo dejar de pensar en si el violín estará muerto el resto del show. Pero el violín vuelve, después de una ceremonia de cambio de cables y directas de la que sólo no participó el portero, en “El Lado Claro”, por suerte, aunque tenemos que conformarnos con un persistente ruido a olas de mar que emana del monitoreo.
Podemos hacer la nueva versión de “Tarde”, con banda entera, en la que tratamos de generar un ambiente bailable a pesar de la tristeza, acelerando un poquito el vals (en realidad yo, que lo empezaba, lo tiré un poco para atrás en el tempo, no me banqué ir tan para adelante y la banda me tuvo que seguir más tranqui). Es un buen momento para “El Lado Oscuro”, generamos un buen clima en un auditorio tan diverso pero paciente. Se ve que estamos levantando el show, a pesar de un comienzo calamitoso.
“Tengo otra mala noticia”, me dice Huevo mientras todavía sonaban inesperados –como toda la noche— aplausos. “Corté cuerda de la acústica”. A esta altura arrecian en nuestras cabezas nuestra negligencia de no tener un plomo fijo, y menos esta noche. De alguna manera, volvemos a 1991, pero por caminos distintos. Somos dos amateurs tratando de que no se note y cada vez es más notorio. Yo me sumerjo en la lista de temas, para ver cuántos temas no voy a poder tocar con guitarra, cuántos no vamos a poder tocar. Pero no decimos nada y Huevo arranca con “Te Conozco”, la platea se levanta y nosotros no tenemos opción: cuando uno está mal no puede dejar de responder por aquello que alguna vez hizo bien.
Entonces Huevo se ilumina. Sabe que este show hay que remarlo, está muy claro, y si hacen falta más datos se huele desde el monitor el sonido de mar que emerge del violín de Maxi. Huevo pide, entonces, ayuda a la costa. Y desde el público salen amigos para cambiar la cuerda. Tocamos, para aprovechar el momento, una extraña versión de “Chicos” con una sola viola, la eléctrica, y empezamos a saltar como intentando que no se note lo raro que suena el tema. Pero los temas que siguen no se pueden truchar así. Además ya están detrás del teloncete que hace las veces de camarín Franco, de Los Sucesores, y Carlos, el operador de sonido de Fito Páez, y no sé cuántos amigos más tratando de pelear con la cuarta cuerda de la acústica, que no sé de dónde la sacaron porque me parece que yo no tenía más.
El cambio en la lista no queda mal. “Bailen Giles” y “Tres tiros” son nuevas canciones pero pegadizas. De pronto aparece en escena otra vez la acústica y se merece ser recibida como un resucitado en medio de una ¿misa? de Jimmy Swagart.
El final es feliz. El show había sido complicado pero la banda lo pudo superar. Todos pusimos huevos para eso, y no podía ser de otra manera: estaban Julia y Mateo, los hijos de Huevo –el bebé de 8 meses hacía su debut en un recital de rock--, estaba Sarita la hija del Teto, había demasiados chicos como para permitir, nuevamente, que incomprensibles boludeces de los adultos arruinen fiestas a los niños. Así, desde la paternidad que nos va tocando vivir abajo del escenario, pudimos salir del infantil amateurismo que nos tocó revivir al comienzo del show.
Pasó un recital más, lleno de grandes y chicos. Difícil, como la digestión de solo pensar que a metros del escenario, en el patio central de la vieja jefatura que de algún modo la democracia intenta recuperar como espacio para compartir la vida pública, se elevaba como un monumento demolido un oscuro lugar en donde se torturaba impunemente a los que pensaban de otro modo.
Tal vez la enseñanza del show sea que hay que remar, y remar mucho, para evitar que nuestros hijos vuelvan a ser víctimas de la idiotez de los adultos, especialmente esa tan aberrante que todavía se hace recordar desde las ruinas de la antigua cárcel ubicada a metros del escenario.

06 septiembre 2006

Hola coelamigos, esta vez a cantar gratarola...

No pretendan, pues, que hagamos un mail chistoso para avisarles

Es realmente un drama para nosotros el hecho de poder ofrecerles un recital en el que ustedes pueden ir a escuchar a una gran banda que interpretará piezas memorables con una gran calidad técnica y una increíble dosis de emotividad para una audiencias caracterizada... por no garpar.

Ya podemos verles las caritas a los que "nunca" pueden ir porque se quedan dormidos, porque "e hizo tarde en el asado", porque "hacía frío", porque "tuve un compromiso, disculpá", porque tenían que ir a la cancha, porque prefirieron ir al recital de pirpinela o porque EL REGRESO DEL COELACANTO no les gusta. Todos, incluso los del último ítem, estarán presentes seguramente el sábado próximo en la plaza cívica para disfrutar de uno de los peores acontecimientos que los músicos podemos padecer: tocamos gratis.

De esa manera, será mucho más difícil para nosotros arruinarles la velada. Total, si es gratis, ¿qué les importa clavarse con un show mediocre?

Pero no importa, vengan igual, vengan a reírse de nosotros, de nuestra decadencia y de nuestra depresión de vieja gorda abandonada. Vengan porque además de gratis, es bajo techo, en una hermosa sala ubicada en el primer piso. Agenden pues, malditos


EL REGRESO DEL COELACANTO

SABADO 9 DE SEPTIEMBRE - 21 HS

PLAZA CIVICA (primer piso, bajo techo, calentito)
San Lorenzo entre Moreno y Dorrego (Rosario)
(entren sin miedo...)

ah, es gratarola



www.coelacanto.com.ar