(Crónica del Polaco)



Minutos más tarde hubiéramos querido seguir tocando. Y más minutos más tarde pensábamos que queríamos haber seguido tocando pero ya no importaba tanto. Días después, está bueno haberse quedado con ganas de seguir tocando.
Los bises son todo un tema a la hora de planear un concierto de rock. Como toda costumbre cultural, en los bises hay un rito de confirmación, devolución y despedida también. Como si la despedida previa a los bises fuera de mentirita y como si la confirmación fuera sólo para los últimos temas, en el fondo los bises son de esas boludeces en las cuales nadie cree pero nadie puede dejar de observar. Como tantos ritos, en esta época de los shows rituales en la que todo parece estar preguionado de antemano como las bodas y los bautismos, los programas de chimentos, los discursos presidenciales con barra y bombo y los discursos opositores a través de periodistas que hacen preguntas maquiavélicas.
Como tal vez pase en otras bandas, los bises son todo un tema a la hora de planear un concierto de El Regreso del Coelacanto. Un tema al que a veces no le damos cinco de pelota, pero s


Como sucede generalmente con los ritos, a veces no les damos bola a los distintos momentos de disfrute que presentan las cosas que vivimos. Como si la pauta fuera dedicarle un tiempo a cada cosa, como si todo estuviera previvido de antemano y los momentos no son más que repeticiones de algo que ya sabemos y estamos esperando para actuar en consecuencia. Como si todo estuviera determinado de la misma forma en la que los postres vienen después de los ravioles.
Cuando algo no s

Entonces, de pronto, miramos el lado positivo. Un show variado en su contenido, con muchos colores melódicos, muchas intenciones rítmicas y una idea estética que apunta a la amplitud de posibilidades de decir lo mismo. Tratamos de empezar bien arriba, a pesar de quienes estaban cenando con cuchillo, tenedor y vino, con temas viejos que desde la incorporación de Bruno en la bata son un poco nuevos para todos.
Y después la sorpresa. Esta vez las gaitas asturianas tienen varios nombres y uno es las Gaiteras Amazonas de San Virulais. Una banda de formación mutante, esta ve

El show podría terminar ahí, con la versión de la famosa Escocia la Brava que se vuelve tarantela-ska-punk-cualquiercosa, pero después vino Crua Chan. El celtaje le iba a dar paso a cuatro temas más, pero alguien en McNamara largó la música y no dio para que hiciéramos los famosos y supuestamente indispensables bises. Con tranquilidad, al final nos dimos cuenta de que eso no estuvo para nada mal. Pasaron muchísimas cosas en un show redondo y de eso dan cuenta las fotos del Búfalo que complementan esta crónica.
